Soñamos, corremos, saltamos ... nos sentimos dueños del mundo por una vez en la vida. Luego despertamos de golpe, como si nos hubieran echado un balde de agua fría. Sin embargo, y no creo que me pase sólo a mí, ese bichito llamado esperanza se niega a abandonar mi cabeza.
A veces aplastaría a ese bicho con mucho gusto, pero no, sin él ésto no tendría sentido, y si ésto pierde el sentido ... ¿Para qué?
Déjenme, ya enloquecí.