Lo intento, lo siento, lo pienso. La idea llega, cobra vida , se alborota y se va en mi contra: Las palabras, en un intento desesperado por hacerse visibles, chocan unas con otras y se vuelven simples garabatos. No hay imaginación, no hay confianza, y si antes había desorden, ahora hay, definitivamente, caos.
No quiero pensar, no quiero sentir, no quiero hablar ni quiero escuchar. Me siento derrotada por mi lado más odioso, ese inconformista que agarraría un arma y saldría a la calle a ... ustedes saben.
Quizás me estoy volviéndo loca, o debo estar aceptando mi condición de típico caso de baja autoestima, o tal vez deba tener un trastorno de esos que se curan sólo con un hombre engreído que te da pastillas (puaj). Sea como sea, esta niña se despide.
Esta es mi patética renuncia a lo que un día adoré, y que se ha vuelto otro tormento inventado por esta cabeza desvariante, oh adiós queridos escritos míos, fue un gusto haberlos conocido.